La herejía de los Templarios, el librepensamiento

Esta semana los diarios del mundo se hicieron eco de la publicación del libro Processus contra Templarios que recoge los documentos, hasta ahora desconocidos por el público, del proceso seguido en el siglo XIV contra la entonces influyente Orden del Temple.

La obra, de 300 páginas, en una edición limitada de 800 ejemplares es el tercer volumen de la serie Exemplaria Praetiosa, –las colecciones más significativas del Archivo Secreto Vaticano– realizada en colaboración con la editorial Scrinium.

El libro recoge facsímiles de los pergaminos originales, las actas del proceso a los Templarios (28 de junio 1308-1311) custodiadas en el Archivo Secreto Vaticano; mientras en otro volumen se presenta por primera vez en edición crítica la trascripción de esas actas.

El volumen cuenta con una edición facsímil del pergamino de Chinon, que recoge la absolución del papa a los caballeros, en agosto de 1308. Debido a un error de catalogación, se consideraba perdido hasta que la investigadora italiana Barbara Frale lo encontró entres los miles de estantes de la Biblioteca y Archivos secretos del Vaticano en 2001.

La nueva edición se reproduce en pergamino sintético y cuenta con una copia del sello papal lacrado y un comentario erudito, y se presenta en una caja de cuero blando. El original mide medio metro de ancho y dos metros de largo. Cada ejemplar cuesta unos 5.900 euros. Ya se han reservas solicitudes de bibliotecas y coleccionistas de todo el mundo, según ha señalado a la BBC Rosy Fontana, portavoz de Scrinium, la editorial que gestiona las ventas.

Auge y caída del Temple

Fundada al calor de la I Cruzada, la orden del Temple fue el primer intento de establecer una entidad que incorporara tanto el factor monástico con el militar en su vocación espiritual. De ahí que recibiera el apoyo entusiasta de san Bernardo y que no pocos reyes incluidos monarcas de los reinos españoles la miraran con agrado y la favorecieran. Los templarios se convirtieron en un ejército eficacísimo en la lucha contra el Islam al igual que sucedería poco después con los Hospitalarios. Sin embargo, a diferencia de éstos que se ocupaban de enfermos, necesitados y heridos, no contaron con ningún énfasis en cuestiones relacionadas con el ejercicio de la caridad y no tardaron en entregarse a funciones de carácter bancario que casaban mal con su vocación de monjes soldados. Por si fuera poco, algunos de los caballeros templarios no tardaron en sentirse atraídos por corrientes gnósticas orientales manteniendo unas relaciones sospechosamente cordiales con grupos como la secta musulmana de los hashishim o asesinos. En qué medida esta suma de elementos inficionó a la orden es difícil de establecer.

Que perdió buena parte de su carga espiritual primigenia y que no pocas veces funcionó más como una entidad crediticia que espiritual es innegable. Cuestión aparte es que, efectivamente, fuera culpable de los cargos formulados contra ella en el proceso orquestado por Felipe el Hermoso. De hecho, cuando la orden fue disuelta y se procedió a juzgar a sus caballeros en otras partes del mundo por regla general obtuvieron sentencias absolutorias. En España, por ejemplo, ninguno de los monarcas se opuso al proceso y, por el contrario, se permitió que los legados papales lo llevaran a cabo sin interferencias. El resultado fue que no se dictó una sola condena en el ámbito de Castilla, Navarra, Portugal o Aragón. Incluso puede añadirse que aunque los templarios tenían la posibilidad de cobrar una pensión procedente de los fondos de la disuelta orden y retirarse, prefirieron integrarse en su mayoría en otras órdenes militares, lo que no sólo no chocó con objeciones sino que recibió un inmenso apoyo.

Aún más. Cuando antiguos templarios dieron origen a nuevas órdenes como la de Montesa la iniciativa fue acogida favorablemente tanto por las autoridades eclesiásticas como por las civiles. En términos generales, por lo tanto, la orden del Temple no se había visto contaminada por los hechos que se le imputaban y así se entendió en la época. En términos generales porque excepciones de enorme relevancia las hubo. Por ejemplo, un grupo de templarios franceses marchó a Escocia donde Roberto el Bruce se enfrentaba con los ingleses un episodio reflejado en parte por la película Braveheart y se puso a su servicio. El rey Roberto los acogió entusiasmado no en vano eran magníficos guerreros y quizá incluso llevaban consigo fondos salvados del expolio de la orden y los utilizó para vencer militarmente a los ingleses y conservar la independencia de Escocia.

La orden había cobrado una fuerza inusitada. Acumulaba riqueza y propiedades en Europa y Oriente Próximo e incluso puso en marcha un sistema bancario internacional a través del que financiaron la guerra de algunos monarcas. Con el fin de las Cruzadas, su poder y secretismo levantaron sospechas entre las potencias europeas.

Uno de los que recelaban más era Felipe IV. Los historiadores consideran que tenía deudas económicas con la orden y que lanzó las acusaciones de herejía con la intención de arrebatarles sus riquezas. En 1307, Roma abrió una investigación contra los Templarios para esclarecer qué había de cierto en aquel escándalo.

La investigación concluyó cinco años después que los Templarios no eran culpables de herejía, sino de delitos menores contra la ley de la Iglesia. De hecho, el papa Clemente V absolvió a la orden en 1308 y pensó reformarla.

Cargos dirigidos contra los Templarios
Una de las principales acusaciones contra los caballeros era la de que practicaban ritos de iniciación blasfemos que incluían escupir sobre la cruz. Las actas revelan, según la historiadora, que los caballeros incluían estos actos en su entrenamiento militar como un recurso de defensa en caso de ser capturados por los ejércitos musulmanes.

Otras acusaciones habituales contra los Templarios fueron la de desobedecer a la curia Romana, aproximarse al Islam y a la herejía cátara, practicar la sodomía y abogar por un reino teocrático en Europa, encarnado en un monarca que concentraría el poder celestial y el temporal. Tampoco se vio con buenos ojos que se rodearan del aura de ser los conservadores del Santo Grial. Esta faceta de los caballeros ha servido de base para numerosas leyendas y obras de ficción, como el best-seller El código Da Vinci, de Dan Brown, o las novelas de Peter Berling acerca de los herederos de linaje de Jesucristo.

Para empezar, fueron relativamente pocos los templarios ejecutados, aunque los sometieron a tormentos insoportables para que confesasen. No muchos ardieron en la hoguera, aunque no deje de causar impresión que todo un Gran Maestro como Jacobo de Molay fuese tostado lento en la Île de la Citê, a la sombra de la catedral de Notre Dame de París. Pero hubo más miles de templarios y solo quienes se negaron a confesar o se retractaron de sus confesiones murieron. Sin embargo, ¿qué validez podría atribuirse a unos testimonios arrancados mediante hierros al rojo y cepos? ¿Y qué pretendían que confesaran?

El crimen más grave que confesaron los caballeros fue la supuesta adoración de una estatuilla. En el capítulo se veneraba a un “Bafometo”, un símbolo. Dependiendo de la inspiración que proporcionaba la tortura de aquellos desdichados, podría tratarse de una cabeza de piedra o madera, con o sin barba, unas veces tenía pie, otras no. ¿De dónde se originaban estas patrañas? En el estricto secreto con que se reunía el capítulo, por ejemplo: en un principio, tal vez por motivos militares, pues se tenía un cuidado especial para que nadie sin autorización tuviese acceso a las sesiones. Este secretismo debió dar pie a toda suerte de oscuras supersticiones, que, como es natural, los enemigos de la Orden no tardarían en aprovechar.

La negación de la divinidad de Jesús y la acusación de escupir a la cruz formaban parte de los crímenes que más a menudo declaraban. Todas las demás acusaciones, como despilfarro de los bienes de la Orden, una cierta falta de escrúpulos en los negocios, mantenimiento en secreto de la regla, atribución de funciones propias de sacerdotes, resultaban ser exageraciones.

Viendo así, con el beneficio de la perspectiva que otorga el tiempo, lo que consta acerca de las confesiones de los Templarios no carece de imaginación. Todo aquello parece absurdo en relación a la idea de que eran devotos caballeros de Cristo y defensores del ideal cristiano; cuanto más los torturaban, más resaltaba esa divergencia.

Baphomet, ni ídolo, ni dios. Símbolo
En cualquier caso, el círculo interior de la Orden no escatimó esfuerzos en proteger sus conocimientos secretos. Un prestigioso especialista en estudios bíblicos, Hugo Schonfield, ha demostrado que los Templarios utilizaron el sistema de codificación llamado cifra Atbash.

Con independencia de lo que pueda significar, el hecho por sí solo revela que el interés de este círculo interno por guardar sus secretos era tan grande que recurrieron a los métodos más ingeniosos. Schonfield explica cómo al aplicar el código al nombre del misterioso ídolo de cabeza cortada, idolatrado por los Templarios, el Baphomet, resulta la palabra griega Sophia. Como ha escrito Graham Hancock en The Sign and The Seal, “significa sabiduría, nada más”, y este pleno sentido aporta un matiz muy diferente a toda la raison d’éter de los Templarios.

A simple vista, Baphomet parece el símbolo de un monstruo. Se encuentra de pie sobre un altar, posee cornamenta, senos de mujer y las partes sexuales de un hombre. A veces tiene la barba de un hombre, la melena, las garras de un león, las alas de un águila y las pezuñas de un toro. En el Tarot, esta imagen es asociada en un primer momento a toda clase de calamidades y se transforma en una figura monstruosa y aborrecible, más cuando a esta imagen se le otorga el nombre de “Lucifer”.

Entre los israelitas se había prohibido dar a las concepciones divinas un cuerpo de naturaleza humana o animal. Ante esto, solo se podían esculpir figuras jerárquicas como son los querubines, y otorgarles formas mixtas, es decir, cuerpos de animales con cabezas humanas, de águilas o de leones. Estas figuras no iban en contra de la creencia del pueblo israelita en Yahvé, ya que estos híbridos —que ante nuestra concepción pueden parecer monstruosos— eran concepciones increadas de la divinidad misma. Los israelitas no adoraban al toro. Adoraban la representación de un pensamiento, el cual no tenía ningún parecido a los seres creados.

El toro, el perro, el águila, el macho cabrío y el león son símbolos herméticos que han permanecido en la intimidad de la tradición de Egipto y de la India. El toro, en alquimia, simboliza la tierra o la sal de los filósofos que debe licuarse y ascender en la evaporación en el proceso de la sublimación —no en vano es asociado muchas veces con el alma—. El perro es el mercurio de los sabios o el fluido que resulta de la combinación del aire y el agua. El águila es símbolo del proceso de la purificación alquímica. Representa las nueve fases del opus, la fijación de lo volátil y la volatilización de lo fijo, es decir, el equilibrio, la purificación de los elementos mediante el fuego y la elevación de la naturaleza instintiva humana. El macho cabrío representa el fuego y es el símbolo de la generación. El león —del cual el Baphomet posee las garras y la melena— simboliza tanto el sol como el oro, cuando es rojo. También simboliza la sutilización de lo denso en el Solve et Coagula o la purificación del espíritu en oro.

La figura del Baphomet además tiene otras características. En su cabeza posee una cornamenta doble y en medio de ellas arde una antorcha de fuego dirigida a las alturas.

El nombre mismo de “cuerno” se encuentra vinculado a la raíz indoeuropea KRN, que significa “corona”, que es otra expresión simbólica de esta misma idea, pues esas dos palabras —en latín cornu y corona— están muy próximas entre sí. Es demasiado evidente que la corona es la insignia del poder y es la señal de una jerarquía elevada. Por otra parte, encontramos una primera relación con los cuernos en el hecho de que estos también están situados en la cabeza, lo cual da bien la idea de una elevación.

La corona era primitivamente un aro cornado de puntas en forma de rayos; y los cuernos, análogamente, se consideran como figuración de los rayos luminosos. Está claro, por lo demás, que los cuernos pueden asimilarse a armas, incluso en el sentido más literal, y también así ha podido vinculárseles una idea de fuerza o potencia, como, de hecho, ha sido siempre y en todas partes. Por otro lado, los rayos luminosos son adecuados como atributo de la potencia, ya sea, según los casos, sacerdotal o real, es decir, espiritual o temporal, pues la designan como una emanación o una delegación de la fuente u origen.

Como sabemos, el fuego es un símbolo esotérico y místico muy antiguo. Dentro de su significado todas las tradiciones, ya sean griegas, romanas, indias, celtas, germanas, escandinavas, indoeuropeas, concuerdan en un punto: el fuego es el vehículo de la unión con la divinidad. El fuego es el símbolo del alma en perpetua sed de reintegración, es la síntesis de las transformaciones de los otros tres elementos —tierra, agua y aire—. El fuego se relaciona con el corazón, y también se identifica con el Sol, el vehículo de la luz que es propiamente el símbolo del alma. Es ahora fácil saber cuál es la verdad tras el mito del sabath, de las brujas de la Edad Media, un rito en torno al fuego. Sin duda, se trata de monstruosidades que fácilmente entran en la mente de la ignorancia y la mala interpretación.

La antorcha del Baphomet que resplandece entre sus cuernos es la dimensión instintiva del ser humano, elevada por encima de la materialidad. Extiende sus brazos, uno hacia lo alto y el otro hacia abajo. En ambos casos, sus manos realizan el signo esotérico universal. Ante su brazo en alto aparece una luna blanca y ante su brazo bajo, una luna negra. Este signo es el símbolo de la armonía de los contrarios, del equilibrio entre la dualidad, entre el masculino-femenino, el principio activo-pasivo, etc. Finalmente, nos recuerda que nos encontramos en este mundo con el fin de sintetizar en el ternario el equilibrio de los opuestos de la vida. Este símbolo también se corrobora en torno a las serpientes que rodean el caduceo. En ello debe verse una alusión a dos fuerzas o corrientes inversas que están respectivamente relacionadas con los dos polos. Estos polos representan una fuerza doble y opuesta en apariencia, pero que en realidad son una sola en su punto de emanación. Finalmente, lo aparentemente opuesto es uno en su punto de origen.

Baphomet en los Templarios
En algunos artículos relacionados con las acusaciones a los Templarios por parte del papado, podemos observar que se hace referencia a un culto ligado a una cabeza humana. En algunas iconografías se observan cabezas con tres caras o una sola. Estas eran fabricadas de madera o de metal y muestran rostros de aspecto bondadoso o malvado y de diferentes colores, barbudos o lampiños.

La cabeza de triple rostro formaba parte de un complejo sistema de iniciaciones practicado por los Templarios, iniciaciones que denotan un amplio conocimiento de la cábala hebrea.

Para los Templarios, la cabeza poseía una gran importancia como símbolo de la regeneración iniciática, el sacrificio —que recordemos, es una palabra que tiene su raíz en el latín Sacrum Facere, que significa hacer sagrado, o bien hacer pasar un objeto o símbolo al plano divino, lo cual implica una elevación—. Por lo anterior, hablamos de una cabeza que simboliza la comunión humana con la divinidad. Finalmente y desde tiempos inmemoriales, la tradición primordial vinculada al simbolismo de la cabeza se encuentra íntimamente relacionada con la inmortalidad, el corazón, el receptáculo, el caldero o el Santo Grial.

La cabeza es el receptáculo de una energía para muchos misteriosa, ya que de ella emana la luz, el aura o la conocida aureola. Este símbolo implica la vinculación del ser humano con la divinidad y al mismo tiempo establece una cadena de unión indisoluble entre el mundo visible y el mundo invisible.

El Baphomet simboliza la cabeza del anciano o la sabiduría, el chokmak hebreo. La cábala lo identifica con el Adán kadmon u hombre celestial. Es el anciano que está constituido por tres cabezas, que son en realidad una sola y que tiene el atributo de la sabiduría. La cabeza de anciano es triple y alude a la perfección del ternario y al significado de las tres letras madres del alfabeto hebreo. Estas letras son el fundamento de la cábala YHV, las cuales se entrelazan en la palabra YAHVÉ, y nos hace pensar que los Templarios tenían dominio sobre la sabiduría de la cábala. Así, Baphomet no era un dios ni un ídolo, era un símbolo.

La figura del sabio se identifica con “El Ermitaño” del Tarot, el cual nos enseña sobre la necesidad de ocultar la búsqueda interior, ya que es en la prudencia donde se revelan los misterios y las experiencias místicas. No sin razón, muchas veces se denomina al ermitaño como “La lámpara velada”.

He aquí la esfinge del terror de la Edad Media, la imagen monstruosa que la Inquisición más temía y por la cual encendió hogueras de inocentes por toda europea y América. Aquí esta el Satán que no existe más que en la ignorancia de los hombres, el símbolo de la estrella de Salomón dividida en dos triángulos y que se transformó en la más absurda de las supersticiones, cuando en realidad solo representaba la dualidad y la reintegración.

Christian Gadea Saguier

1 comentario:

  1. Christian, lo felicito nuevamente por escribir este intersantisimo articulo sobre los Templarios, tema que en lo personal me llama la atencion junto con los Cataros, entre otros temas.
    Saludos desde este lado del continente.

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